Escuela de la Mística Carmelitana Presencial
El Castillo Interior
Lugar Místico de Encuentro entre el Cielo y la Tierra
Terceras Moradas
La firme decisión de seguir a Jesucristo
Terceras Moradas: Oración de meditación, estado de principiantes. La prueba del amor, superación del egoísmo, logro de un programa de vida espiritual; brotes de celo apostólico.
En estas Moradas se hallan las almas que habitualmente se guardan aún de pecados veniales, de manera que no cometerían uno con advertencia, por ninguna causa.
Son amigas de penitencia; tienen sus horas de recogimiento; gastan bien el tiempo, ejercitándose en obras de caridad con el prójimo y andan muy concertadas en hablar, vestir y gobernar sus casas, los que las tienen (M3 1,5); pero amadoras de sí mismas, se inquietan demasiado y sienten apretamiento de corazón con los desprecios y con el menosprecio de su honra; no buscan a Dios por sí, sino por sus gustos y regalos. Muchas no siguen, porque no pasan las sequedades y desconsuelos. El Señor no deja de probar a estas almas de muchas maneras. Una de ellas -y no la más pequeña- es sequedades en la oración, que invitan a abandonarla y volver atrás.
¿Qué se desenmascara en las Terceras Moradas?
La falsa modestia, el orgullo, el ego, el egoísmo.
¿A qué nos invitan las Terceras Moradas?
"A ir sin temor hacia las profundidades del "Yo"; a descubrir la grandeza de un Castillo único e irrepetible, a visitar los sótanos, las telarañas de nuestras limitaciones y miserias".
¿Qué aprenderemos en estas Moradas?
"La oración de recogimiento y la virtud de la humildad. Aprenderemos el camino de uno de los grandes secretos de la existencia: la aceptación creativa del yo."
¿Cuándo visitaremos estas Moradas?
Cuando sintamos que ha llegado el momento de conocer y meditar el misterio de Dios uno en tres personas; o cuando a través de la meditación de la Palabra, alcancemos una intimidad más profunda con Cristo. El siervo del amor, vendrá con mucha frecuencia a estas Moradas, para revisar la virtud de la humildad; como ya lo hemos dicho anteriormente, es la base de la edificación espiritual.
¿Quiénes viven en las Terceras Moradas?
Quienes tienen bastante tiempo conociendo a Jesucristo, la gracia de Dios; quienes evitan hacer daño por leve que éste sea, a alguien; los que evitan pecados de cualquier tipo; los que intentan corregir sus fallas haciendo crecer las virtudes; los que se abren al conocimiento de las tres Divinas Personas.
¿A qué han llegado estos caminantes?
A un conocimiento real de sí mismos y del mundo que los rodea, han permitido la acción transformante dejando atrás las máscaras; reconocen lo que son: personas que tienen claro lo que deben hacer en la vida y cuál es el puesto que Dios les tiene designado hasta que mueran.
1.- Primera habitación. En los comienzos del Dios Trino. Un paso importantísimo.
¿Qué se va revelando aquí?
El caminante se va abriendo a conocer un poco más, ese misterio de Dios revelado en Jesucristo. A través de la Biblia a la que acude frecuentemente, encuentra referencias a Dios Padre, con quien Jesús tenía una íntima relación ya que, lo llamaba "Abba"; y al Espíritu Santo, que era su compañero inseparable desde su concepción, hasta su resurrección.
¿En qué momento está el visitante y habitante, de las Terceras Moradas?
En el momento de acercarse por experiencia al misterio de una fe monoteísta, de un Dios Único, donde se da la comunión plena entre Personas distintas, Jesucristo nos remite desde el Evangelio al Padre y al Espíritu.
¿Dónde y cómo comenzar a experimentar el misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?
Donde está Dios, es el cielo. San Agustín nos enseño que encontró a Dios dentro de sí después de buscarlo por las vanidades del mundo. Lo llevamos dentro de nosotros, como un huésped incomparable. "Bastará con encontrar momentos de soledad y mirar dentro de nosotros mismos (cfr., CV 28.2). No puedo dejar solo a quien viene a disfrutar y a descansar conmigo. A veces podemos dirigirnos a Él como Padre, otras dirigirnos a Cristo como hermano, o como Señor, o como esposo. El nos enseñará cómo hacerlo. De este modo, nuestro interior se convierte en un pequeño cielo" (cfr., CV 28.3). Se trata de, adentrarnos sin ningún tipo de temor ni reserva, en lo más profundo del yo, para que exista una íntima relación con Dios Padre. Esto estrecha los lazos de unión entre el Creador y la criatura, dando lugar a que el cielo se establezca en la tierra.
¿Qué se le ofrece al siervo del amor, que se adentra en estas Moradas?
Santa Teresa nos dice:
"Pues hagamos cuenta que dentro de nosotras está un palacio de grandísima riqueza, todo su edificio de oro y piedras preciosas, en fin, como para tal Señor; y que sois vos parte para que ese edificio sea tal, como a la verdad es así, que no hay edificio de tanta hermosura como una alma limpia y llena de virtudes, y mientras mayores, más resplandecientes las piedras; y que en este palacio está este Rey, que ha tenido por bien ser vuestro Padre; y que está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón" (CV 28.9).
2.- La decisión de seguir a Jesucristo con perfección.
Progresivamente se va viviendo el Evangelio en este Itinerario y, nos sitúa en el lugar de los primeros seguidores de Jesucristo. Las Terceras Moradas, confluyen en el pasaje evangélico del joven rico y, la eleva a categoría universal. Teresa interpreta que nosotros también hemos de responder a esa pregunta (Leer Mt 19,16-22 y par).
¿Cómo interpretamos el relato?
Como una invitación a dar lo que cada uno tiene, para seguir con perfección a Jesucristo en clave de desasimiento y desnudez total. Debemos darnos nosotros mismos por entero, debemos concretarlo con obras.
"Y ese amor, hijas, no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino probado por obras; y no penséis que ha menester nuestras obras, sino la determinación de nuestra voluntad" (M3 1,7).
¿Qué quiere saber Jesucristo?
Si nos decidimos por El, con palabras y obras. Son las Moradas de la decisión rotunda. Hay otros pasajes del Evangelio a los que hacemos mención en estas Moradas: Lucas 2,25-32 y 18,9-14; es conveniente leerlos.
3.-La oración de recogimiento:
En la espiritualidad Carmelitana, se insiste permanentemente en encaminar al siervo del amor, hacia su propio yo; es la manera en que a pesar de las dificultades, se logra el encuentro consigo mismo y con Dios. Por tal motivo, la oración de las Terceras Moradas busca más profundidad para crecer y dar frutos en la vida mística, es catalogada como "oración de recogimiento".
Cito el texto donde la Santa explica muy bien, lo que significa esta oración:
"Este modo de rezar, aunque sea vocalmente, con mucha más brevedad se recoge el entendimiento y es oración que trae consigo muchos bienes. Llámese recogimiento, porque recoge el alma todas las potencias y se entra dentro de sí con su Dios, y con más brevedad a enseñarle su divino Maestro y a darla oración de quietud, de ninguna otra manera. Porque allí metida consigo misma, puede pensar en la Pasión y representar allí al Hijo y ofrecerle al Padre y no cansar el entendimiento andándole buscando en el monte Calvario y al huerto y a la columna" (CV 28.4).
En nuestro corazón está hospedado el mejor huésped del mundo: Dios. Debemos buscarlo adentro no afuera, debemos hacer el intento de entrar en nosotros; al hacerlo junto a la decisión de la voluntad, se hará posible adquirir ese hábito en la oración.
Suavemente van introduciéndose en el Castillo habitado: la memoria, el entendimiento y la voluntad; se va dando procesualmente la comunión de amor con la Majestad que lo habita: Dios.
"Al comienzo puede ser cuestión de unos segundos. Nos costará varios días acostumbrarnos. Con el tiempo, seremos capaces de permanecer más tiempo recogidos" (cfr., CV 28.7).
¿Qué son las potencias?
La persona está compuesta de memoria, entendimiento y voluntad; Santa Teresa las denominaba, alguaciles del Castillo Interior, colaboradores indispensables en el Itinerario Espiritual. La función de la memoria es archivar y ordenar experiencias pasadas; el entendimiento discurre y lucubra; la más importante es la voluntad, ya que de ahí nacerá rápidamente el amor adulto. El amor para Teresa no es un sentimiento, es hijo de la voluntad. Nos recuerda, (La Santa) que la cuestión no está en ser monja o fraile, sino:
"En procurar ejercitar las virtudes y rendir nuestra voluntad a la de Dios en todo, y que el concierto de nuestra vida sea lo que Su Majestad ordenare de ella, y no queramos nosotras que se haga nuestra voluntad sino la suya" (M 3.2.1).
¿Qué encontramos, junto a las potencias del alma?
"Los sentidos y la imaginación. Los primeros tienen una vida duplicada: los hay exteriores e interiores. Todos son importantes, pues nos ponen en relación con el mundo exterior; pero, al mismo tiempo, los sentidos también existen en el interior y son necesarios para la vida espiritual. La vista, el olfato y el tacto desempeñarán un papel primordial en nuestro acercamiento a las Séptimas Moradas." La imaginación, esta facultad humana nos capacita para soñar futuros, desarrollar la esperanza, etcétera. Pero, lleva una vida autónoma, en ocasiones puede resultar un estorbo. La voluntad decide qué queremos ser y hacer, la imaginación va de aquí para allá, desubicándonos de la meta trazada.
Santa Teresa de Jesús, no sabía diferenciar entre entendimiento e imaginación al principio de sus escritos. Se extrañaba de estar en oración de meditación y, a la vez, con la imaginación en "mil negocios," para nada relacionados con la misma. Con el tiempo llegó a distinguir entre ambas. Nos enseña que la imaginación debemos educarla y aceptarla como es. No debemos hacer caso de ella si estamos en oración de meditación recogida, sino continuar, sin caer en esa tentación. La decisión es lo que da valor a la oración, y no las distracciones que aparezcan para alterar el curso de ella. No estando "huecos en el interior", entramos dentro, y allí queda "sola el alma con su Dios". Como el erizo o el caracol cuando alguien los toca, el ser humano se recoge dentro de sí. Primero hay que saber esta verdad, después, creer que es posible, y por último, realizarla:
"...si como ahora entiendo que en este palacio pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey, que no le dejara tantas veces solo, alguna me estuviera con él, y más procurara que no estuviera tan sucia. Mas ¡qué cosa de tanta admiración, quien hinchiera mil mundos y muy mucho más con su grandeza, encerrarse en una cosa tan pequeña! A la verdad, como es Señor, consigo trae la libertad, y como nos ama, hácese a nuestra medida" (CV 28.11).
Dios no violenta nuestra voluntad. Está esperando y amando, toma lo que le demos, "mas no se da a Sí del todo hasta que nos damos del todo" (CV 8.12).
Todo sucede dentro del hombre:
Primero: acostumbrar al alma a recogerse;
Segundo: meditar el Evangelio siguiendo el ciclo litúrgico, o escogiendo diferentes pasajes dependiendo de nuestro estado personal;
Tercero: leer los textos ya mencionados: El joven rico, Simeón el fariseo y el publicano; también es de vital importancia meditar la pasión y muerte del Señor. Es muy importante saberse amados, el Dios que nos habita no permanece ocioso, todo lo contrario, está acompañando al alma en su peregrinaje desde un amor incondicional.
Esta forma de oración puede tener algunas novedades, algunas luces de lo que va a suceder en las siguientes Moradas. En determinados momentos podemos darnos cuenta que estamos en presencia de Dios, esto puede prolongarse a algunas horas. Cobramos conciencia de vivir en el amor de Dios, y este avance nos proporciona una inmensa alegría; en algunas personas también les produce lágrimas de gozo, por saberse amadas y acompañadas. A estas experiencias se le llaman "contentos", para diferenciarlas de otras más elevadas llamadas "gustos", propias de las Cuartas Moradas (M3 2,10). Los "contentos" son las primeras manifestaciones de lo que será después, un caudal de gracia. Se llaman así, porque ha sido necesario un esfuerzo humano para lograrlos. Son dones de Dios (Todo es don, en el orden de la gracia) logrados con nuestra ayuda activa. Con estos “contentos” Dios "engolosina" a las almas, para que sientan un anticipo de lo que está por venir si continúan el Itinerario del Castillo y no se dejan seducir por los cantos de sirena de la periferia (M3 2,8).
4.- La virtud de la humildad:
La virtud principal de las Terceras Moradas es la humildad; desde el inicio de este Itinerario hemos tratado con algunos esfuerzos de adquirirla, nos hemos ido preparando para entrar en esta habitación, porque la humildad es hija del conocimiento de sí. Los mejores entendidos en esta virtud, son los que mayor esfuerzo han hecho en el trabajo del autoconocimiento.
¿Quién es humilde?
Quien conoce la verdad desnuda de las cosas, del mundo y de sí mismo. Es imposible avanzar en este camino espiritual sin que esta virtud esté bien consolidada, porque es el cimiento del edificio de la vida espiritual. Teresa nos dice:
"Todo este edificio es su cimiento humildad; y si no hay ésta muy de veras, aun por vuestro bien no querrá el Señor subirle muy alto, porque no dé todo en el suelo. Así que, hermanas, para que lleve buenos cimientos, procurad ser la menor de todas y esclava suya, mirando cómo o por dónde las podéis hacer placer y servir; pues lo que hiciereis en este caso, hacéis más por vos que por ellas, poniendo piedras tan firmes, que no se os caiga el Castillo" (M7 4,8).
Hay muchos peligros que se pueden evitar en este camino con la adquisición de esta virtud, porque la humildad nos adhiere a la realidad: "...el caminar que digo es con una grande humildad" (M 3.2.8); ella será el ungüento de nuestras heridas; porque, si la ley de veras, aunque tarde algún tiempo, vendrá el cirujano, que es Dios, a sanarnos" (M3 2,6).
Las Terceras Moradas representan un tiempo de gran trabajo hacia el interior del ser, de gran ascesis y también de crecimiento humano y espiritual. Están mezclados el trigo y la cizaña, debemos optar por el trigo, (Mt 13, 24- 30). De esta opción surgirán los primeros brotes de respuesta y entrega, se tendrán que vencer las dificultades, tentaciones y pruebas. El ser humano tiene un núcleo vital.
¿Qué sucede en ese núcleo? Sucede lo esencial; allí convive el misterio de la vida, lo íntimo de la persona, el amor, las experiencias positivas y negativas. Teresa lo llamará “palmito”, todos tenemos un núcleo que es nuestro "yo" profundo. Hemos rodeado ese yo con una empalizada, para protegerlo del mundo exterior, por sentirlo en ocasiones amenazado. Si entras en ese núcleo desnudo, la conversión es inmediata; Teresa nos pide romper la muralla sin miedo, para llegar al centro, eso es la humildad.
A través de la oración de recogimiento y la virtud de la humildad nos introducimos en tres cosas que pueden parecer antagónicas: 1) La grandeza de cada ser humano por haber sido creado a imagen y semejanza de Dios; 2) al mismo tiempo, bajar al sótano del yo para desenmascarar las miserias, mirarlas de frente y aceptarlas; 3) reconocer la diferencia entre la grandeza y la miseria.
Con la ayuda de Dios, que va descubriéndonos el cielo en la tierra, con la compañía de Cristo y la oración de recogimiento, el caminante tratará de asumir la totalidad de su historia pasada y presente, bajo la amorosa mirada de Jesucristo. Cuando se acepta la realidad del yo, no se juzga a nadie, porque se conocen. Aceptar sin mascaras la realidad, ahí se resume este proceso. En este proceso se abarca también la realidad del mundo, con la virtud del desasimiento hasta llegar a decir como la Santa:
"Paréceme a mí que cuando una persona ha llegádola Dios a claro conocimiento de lo que es el mundo, y qué cosa es mundo, y que hay otro mundo, y la diferencia que hay de lo uno a lo otro, y que lo uno es eterno y lo otro soñado, o qué cosa es amar al Criador o a la criatura (Esto visto por experiencia, que es otro negocio que sólo pensarlo y creerlo), o ver y probar qué se gana con lo uno y se pierde con lo otro, y qué cosa es Criador y qué cosa es criatura, y otras muchas cosas que el Señor enseña a quien se quiere dará ser enseñado de él en la oración o a quien Su Majestad quiere, que aman muy diferentemente de los que no hemos llegado aquí" (CV 6,3).
Conocer la realidad: ¿Quién es Dios, quién soy yo? La realidad personal que Santa Teresa logró a través de la humildad, la llevó a la profundidad del "Yo". Se considera una mujer "ruin". Junto a los regalos que Dios le daba, iba descubriendo sus propias miserias.
"Verdad es que yo soy más flaca y ruin que todos los nacidos" (V 7,22; M3 1,3). Por tal motivo, sorprende la última frase del Castillo Interior: "...Y así os pido por el mismo Señor que no olvidéis en vuestras oraciones esta pobre miserable" (M4 16).
Por conocer Teresa sus limitaciones, se vuelve a Dios y deposita toda su confianza en El, reconoce los dones incesantes que recibe de El sabiendo que sin los cuáles, no hubiera podido crecer hasta las cumbres místicas de la santidad. Termina su yo herido entregado en los brazos del Amado, convirtiendo lo que posiblemente se convertiría en un foco de conflictos neuróticos en el fundamento de la libertad. Debemos dejar todo en las manos de Dios para que se cumpla su voluntad.
"Y con esto, este estado (de la humildad) es excelentísimo; y si no, toda nuestra vida nos estaremos en él y con mil penas y miserias. Porque, como no hemos dejado a nosotras mismas, es muy trabajoso y pesado; porque vamos muy cargadas de esta tierra de nuestra miseria, lo que no van los que suben a los aposentos que faltan" (M3 2,9).
El humilde anda en la verdad, ante la verdad que es Dios: "Y así entendí qué cosa es andar un alma en verdad, delante de la misma Verdad. Esto que entendí, es darme el Señor a entender que es la misma Verdad" (V 40,3).
..."Dios es suma verdad, y la humildad es andar en verdad, que lo es muy grande no tener cosa buena de nosotros, sino la miseria y ser nada; y quien esto no entiende, anda en miseria" (M6 10,7).
5.- La acción: El valor de la prueba:
¿Cuál será el mejor termómetro?
La vida diaria será el mejor termómetro donde tomar la temperatura espiritual. La práctica se convierte en la mejor forma de comprobar el avance espiritual. De la oración a la acción, y de la acción, volvemos a la oración.
Cuando la Gracia Divina llevó a Santa Teresa a Moradas más altas, nunca olvidó la esencia de las Terceras. A ellas, recurrió siempre. Seguiremos las indicaciones de las Moradas anteriores: Ir llenando la vida de sentido religioso; dedicar un tiempo diario al silencio y a la oración; procurar evitar el pecado grave o leve; nos reuniremos con otras personas deseosas de llevar un camino espiritual; practicaremos los sacramentos y haremos crecer las virtudes.
Recuerde:
-Dedicamos de modo habitual un tiempo para la oración.
- Leemos, estudiamos y meditamos la Palabra de Dios.
-Además de seguir conociendo a Jesucristo, reflexionamos sobre el misterio de la Santísima Trinidad: Dios es nuestro Padre.
-Estamos decididos a seguir a Jesucristo con la mayor perfección.
-Se nos pide entregar nuestro "yo".
-Lo aprendido en las dos primeras Moradas, lo vamos incorporando poco a poco a la vida.
Visitamos con frecuencia esas Moradas.
-A partir de ahora todo sucede en el interior: Oración de recogimiento.
-Ser humilde equivale a aceptar la realidad.
Oración.-
"Buen Padre os tenéis, que os da el buen Jesús. No se conozca aquí otro padre para tratar de él. Y procurad, hijas mías, ser tales que merezcáis regalos con él, y echaros en sus brazos. Ya sabéis que no os echará de sí, si sois buenas hijas. Pues ¿quién no procurará no perder tal Padre? ¡Oh, válgame Dios!, y que hay aquí en qué os consolar, que por no me alargar más lo quiero dejar a vuestro entendimiento; que por disparatado que ande el pensamiento, entre tal Hijo y tal Padre forzado ha de estar el Espíritu Santo, que enamore vuestra voluntad y os la ate tan grandísimo amor, ya que no baste para esto tan gran interés" (CV 27,6-7)
Bibliografía: Acercar el cielo. P. Antonio Mas Arrondo,
Editorial: Sal Terrae.- Itinerario Espiritual con Teresa de Jesús.
Ponente: Elena Briceño.
Carmelitas Descalzas de Los Chorros Caracas
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