domingo

4tas. Moradas


Cuartas Moradas
Un lugar de reposo
Las cuartas moradas son las moradas-frontera entre las tres ascéticas y las tres místicas. Dios pasa al primer plano. El alma toma conciencia de que es El quien toma la iniciativa. Cambia la situación espiritual del alma, porque "comienzan a ser cosas sobrenaturales" (M 4 1,1).

En esta etapa del proceso espiritual, Dios se comunica al alma por medio de la oración de recogimiento infuso y de la oración de quietud o de gustos y contentos. Al entrar en estas moradas del Castillo Interior, se produce un cambio sustancial de gran repercusión. Aquí se tiene que dejar atrás todo lo que tenga el signo de la "ponzoña," en el sentido teresiano, se ha de estar libre de esta atadura. "En estas Moradas pocas veces entran las cosas ponzoñozas, y si entran no hacen daño, antes dejan con ganancia". Y tengo por muy mejor cuando entran y dan guerra en este estado de oración; porque podría el demonio engañar a vueltas de los gustos que da Dios, si no hubiese tentaciones, y hacer mucho más daño que cuando las hay, y no ganar tanto el alma"(M 4,1.3).
Estas moradas son el primer remanso de paz que se alcanza, en el itinerario espiritual. El Señor quiere llevar el alma donde encuentre sosiego tras haber tomado la decisión de seguirle con perfección, Cristo nos ensancha el corazón. Dos montañas conforman según el evangelio la vida del creyente: El Tabor y el Calvario. El Señor visitó más la segunda y, El irá preparando al caminante para que visite la primera, antes de que llegue allá.
¿Qué nos hará experimentar el Señor?
Los primeros dones de su amor, logrados sin esfuerzo de nuestra parte.
¿Qué comenzaremos a ver aquí?
Comenzaremos a ver recompensado el esfuerzo, de las tres moradas anteriores. Ya estaremos preparados para entregar el "yo", ese núcleo vital y, dar el paso hacia las quintas moradas. Cada vez más, comprenderemos que valía el esfuerzo de asumir el reto, hacia el centro del alma.
¿Cuándo visitaremos las cuartas moradas?
Cuando estemos arraigados en la oración de meditación, cuando busquemos la ternura de Dios que produce, el estar recogidos en la oración. También pueden visitarlas quienes necesiten un descanso, de la vida agitada que va minando la conciencia y el interior del ser. Estas moradas son como, un fin de semana de descanso. En el Tabor de las cuartas moradas hay alivio a las tensiones del diario vivir, paz y silencio sonoro. Nos estamos acercando a las séptimas moradas, donde habita el Rey; por lo tanto, mientras más cercanos estemos a ella, más hallaremos cosas hermosas y, difíciles de explicar. El Espíritu Santo permitirá explicar lo inexplicable que sucede en el interior, porque, al estar próximos a la morada del Rey, experimentaremos regalos de Dios que son inefables. Debemos entrar en la galería de las cuartas moradas, sin ningún temor.
¿Quiénes viven en ellas?
Los siervos del amor que, se han decidido seguir a Cristo radicalmente; los que practican a la perfección en la cotidianidad, el mandamiento del amor a Dios y al prójimo.
¿Quiénes habitan estas moradas?
Los caminantes que han dejado caer las máscaras y se han hecho humildes, los que se han acostumbrado a meditar por recogimiento los misterios de la vida de Jesucristo y se dirigen con frecuencia a las tres Personas de la Trinidad, unas veces con sus propios esfuerzos y, otras por don gratuito.
Durante la meditación a Teresa le surgía un gran sentimiento de ternura hacia Dios, de una manera muy sutil. Lo sentía como un don de Dios; percibía que ella colaboraba para que sucediera. Otras veces, lo percibía como un don inmerecido. El ver lo poco que era, su ingratitud para con Dios, quien tantas veces la había llamado a dar el tercer paso sin ella decidirse, el saberse amada por El sin medida, pensando en los sufrimientos que había tenido que soportar...,todo junto, a veces, provocaba desde el interior unas lágrimas de alegría, un consuelo y agradecimiento tan grandes que quedaba embelesada. Ya estaba en las cuartas moradas; cuando Teresa escribe sobre una morada es porque está ahí, viviendo esa experiencia, en profundidad. Todos estos fenómenos, la ternura, el consuelo la alegría; esto es estar en las cuartas moradas.
Constan estas moradas de tres capítulos:
1.- Remite a las terceras moradas, establece la diferencia entre "contentos" y "gustos" y explica la oración de recogimiento.
2.- Desarrolla la oración de quietud, llamada también de gustos.
3.- Oración de recogimiento sobrenatural.
La oración de "sueño de potencias" apenas es mencionada en el Castillo Interior, debe completarse en Vida y Camino de Perfección.
1.- Dios acerca el cielo.
Dios continúa revelándose a través de Jesucristo. En el Padrenuestro rezamos: "Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino". Dios hace de esta petición una realidad en cada persona: El cielo se acerca a la tierra, sumergiéndose en la profundidad del ser humano. Teresa de Jesús, usa esta frase que será la de las cuartas moradas. El cielo es el reino de Dios. Allí habita Dios.
El corazón del creyente se convierte en un cielo, porque Jesucristo le pide al Padre, y El se lo concede. Teresa lo describe, cercano íntimo:
"Un sosiego y gloria en sí mismos, un alegrarse que se alegren todos, una paz perpetua, una satisfacción grande en sí mismos, que les viene de ver que todos santifican y alaban al Señor y bendicen su nombre y no le ofende nadie. Todos le aman, y la misma alma no entiende en otra cosa sino amarle, ni puede dejarle de amar, porque le conoce" (CV 30.5).
En estas moradas Dios quiere darnos aquí en la tierra las primicias del reino futuro. Sentimos los primeros efectos de la Promesa. Dios se nos revela como Amor, de aquí se deriva el agradecimiento a quien tanto da a los que tan poco merecemos:
"Ahora mirad, hijas, qué sabiduría tan grande de nuestro Maestro. Considero yo aquí, y es bien que entendamos, qué pedimos en este reino. Mas como vio Su Majestad que no podíamos santificar ni alabar ni engrandecer ni glorificar este nombre santo del Padre Eterno conforme a lo poquito que podemos nosotros, de manera que se hiciese como es razón, si no nos proveía Su Majestad con darnos acá su reino, y así lo puso el buen Jesús lo uno cabe lo otro, porque entendamos, hijas, esto que pedimos, y lo que importa importunar por ello y hacer cuanto pudiéramos para contentar a quien nos lo ha de dar" (CV 30.4).
2.- Jesucristo nos lleva al Monte Tabor.
La oración del publicano, el anciano Simeón, la imagen del Buen Pastor y el monte Tabor son los pasajes de la Biblia que acompañan al caminante de las cuartas moradas. El monte Tabor lo aglutina todo.
Al igual que el publicano en el templo, ahora podemos hacer oración sin sentirnos superiores a nadie, conociendo nuestra pequeñez (Lc 18,13). El relato del anciano Simeón se incorpora a nuestra experiencia, porque hemos aprendido a reconocer a Jesucristo en medio de la multitud. Intuir el camino de la salvación a través de Cristo nos llena de paz y alegría, como le sucedió a Simeón (Lc 2,27-32).
Comenzamos a ser conscientes de estar habitados por la Trinidad, que habita el centro profundo del ser en las séptimas moradas. A través de Jesucristo hemos ido entrando en el interior del castillo. Ahora Dios Padre, el Rey, y su Hijo Jesús, tomarán la iniciativa y salen a nuestro encuentro, porque han visto toda la preparación que hemos hecho para que esto sucediera.
Uniendo las dos figuras bíblicas, Rey y Pastor, el dueño del castillo nos llama a recogernos en la intimidad a la fiesta de Dios en la tierra. Como el buen pastor que quiere y reconoce a cada una de sus ovejas, desde su habitación de las séptimas moradas lanza un silbido suave, amoroso, que conmociona las entrañas y recoge a la persona dentro de sí. El Tabor hecho realidad (Lc 9,28-36). Montaña mítica, lugar de la Transfiguración, adonde Cristo llevó a algunos de sus discípulos a descansar. Porque la vida de Cristo según santa Teresa, estuvo repleta de trabajos, y sólo en el monte gozó: "Ves mi vida toda llena de padecer y sólo en el monte Tabor habrás oído mi gozo" (R 36). Aquí se descansa de tanto ajetreo y desasociego del diario vivir.
En estas moradas, Jesucristo lleva a todos sus seguidores al monte Tabor, para que conozcan por adelantado parte de la gloria que les tiene reservada y, entren sin miedo a la fiesta de Dios, que no es otra que, la del amor. Dios ensancha el corazón colmándolo de regalos, hasta que viva más feliz cada día, en su divina presencia.
3.- Oración de recogimiento sobrenatural, de quietud y sueño de potencias.
Esta es la primera habitación en la que entraremos. Desde las segundas y terceras moradas hemos practicado la meditación sobre los misterios de la vida de Cristo. En las terceras aprendimos a hacerlo recogiéndonos en nuestro interior. A veces hemos tenido la sensación de estar en presencia de Dios, o nos ha invadido una alegría inmensa y desconocida. Teresa llama "contentos" a la forma de relacionarse con Dios en la cual la persona colabora bastante para que esto suceda (M 4.1.4-6).
Sorpresivamente y sin ningún esfuerzo humano llega un regalo nuevo; una dádiva generosa en medio de la cotidianidad, en oración de meditación o vocal. Según Teresa de Jesús son los primeros balbuceos de amor dados por Dios. La línea divisoria con la oración de recogimiento de las terceras será sutil y casi imperceptible:
"Un recogimiento que también me parece sobrenatural, porque no es estar en oscuro ni cerrar los ojos, ni consiste en cosa exterior, puesto que, sin quererlo, se hace esto de cerrar los ojos y desear soledad; y sin artificio, parece que se va labrando el edificio" (M4 3,1).
Cuando Dios quiere, regala al alma, la recoge entera dentro de sí, es decir la concentra. Lo hace mediante un silbido tan suave que comprende el alma no haberlo producido ella misma. Cierra los ojos; desea soledad; procura, si puede, que el entendimiento comprenda lo que sucede en silencio, o bien con algunas palabras amorosas dirigidas al Dios que lo habita. Esto equivale a un despertar repentino de la presencia de Dios:
"Visto ya el gran Rey, que está en la morada de este castillo, su buena voluntad, por su gran misericordia quiérelos tornar a él, como el buen pastor, con un silbido tan suave que aun casi ellos mismos no lo entienden hace que conozcan su voz y que no anden perdidos, sino que tornen a su morada, y tiene tanta fuerza este silbido del pastor, que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados y métense en el castillo" (M4 3,2).
Todo aquel que en algún momento haya amado a alguien o se haya sentido amado, puede entender esta forma de oración. Podemos decir como Teresa, que la mayoría ha pasado por esta experiencia de amor. Así son las cuartas moradas, quien te ama te lo hace saber.
Las potencias (Memoria, entendimiento y voluntad) se recogen: de ahí que se denomine esta experiencia "oración de recogimiento". Sucede igual con la tortuga, el erizo y el caracol: Cuando se les toda, se repliegan en su interior. Así Cristo aquí, los llama y se encierran en el interior del ser. Ahora se nos da en cualquier momento este regalo o gracia en cualquier momento o circunstancia y, con más frecuencia. Teresa nos indica lo que debemos hacer cuando en ese momento:
"Lo que entiendo que más conviene que ha de hacer el alma que ha querido el Señor meter en esta morada es lo dicho y, que sin ninguna fuerza ni ruido procure atajar el discurrir del entendimiento, mas no el suspender ni el pensamiento, sino que es bien que se acuerde que está delante de Dios y quién es Dios. Si lo mismo que siente en sí le embebiere, en horabuena; mas no procure entender lo que es, porque es dado a la voluntad; déjela gozar sin ninguna industria más de algunas palabras amorosas, que procuremos aquí estar sin pensar nada, se está muchas veces, aunque muy breve tiempo" (M4 3,7).
Es decir Dios se dirige a la voluntad y le da un primer toque de amor para decirle que está ahí, que no abandona a la persona, que si tiene paciencia verá grandes cosas. Puede ser un momento, un suspiro el primer susurro divino entregado gratis, sin que merezcamos ni lo hayamos buscado. Son las primicias de amor.
Oración de "gustos" o de quietud. Entramos en la segunda habitación.
Un paso adelante serán los llamados "gustos", también denominados "oración de quietud".
¿En qué consiste esta oración?
Esta oración equivale a encontrarnos de repente on una alegría inesperada. Es una experiencia muy similar a la anterior, pero con mayor conciencia de que Dios quiere comunicarse secretamente con la persona y le hace el regalo de llevarla al monte a disfrutar de su intimidad.
¿Qué produce esta oración?
Este regalo produce una alegría que nace de algo más profundo que el corazón: del centro del alma, es decir de las séptimas moradas, donde habita Dios junto a lo más profundo del ser humano. Por ejemplo: Es como cuando alguien nos regala algo muy deseado, con mucho amor y, nos sorprende con este detalle. Sentimos una gran alegría de recibir gratis algo que necesitábamos y deseábamos. Tan importante será el regalo, como quien lo hace posible. Empezamos a disfrutar en esta tierra algo de la dicha del reino de los cielos, a través, de estos dones. Teresa de Jesús nos dice:
"Comienza su Majestad a comunicarse a esta alma y quiere que sienta ella cómo se le comunica (...) Quiere Dios por su grandeza que entienda esta alma que está su Majestad tan cerca de ella que ya no ha menester enviarle mensajeros, sino hablar ella misma con El, y no a voces, porque está ya tan cerca que en meneando los labios la entiende" (V 14.5).
Por un breve tiempo -no más de media hora-, la voluntad recibe un gran premio, mientras la memoria, el entendimiento y la imaginación pueden estar distraídos. Estoy en Dios, en Cristo, recibo un regalo suyo y, sin saber cómo, puedo estar distraído a la vez. Al estar la voluntad decidida en las terceras moradas, en estas se le hace el don de comenzar a encenderla en amor. Hemos comenzado una relación de amor adulto, que nos acompañará hasta el final del itinerario espiritual. La santa nos explica:
"Cuando es servido hacer alguna merced sobrenatural, produce con grandísima paz y quietud y suavidad de lo muy interior de nosotros mismos, yo no sé hacia dónde ni cómo, ni aquel contento y deleite se siente como los de acá en el corazón -digo en su principio, que después todo lo hinche: base (se va) revirtiendo este agua por todas las moradas y potencias hasta llegar al cuerpo" (M4 2,4).
El corazón se dilata cuando se conoce por experiencia propia, las primeras caricias del amor de Dios, como en el salmo 118,32.
Todos hemos vivido experiencias en la vida que ensanchan el corazón, están dentro del mundo de la afectividad. Suceden cuando decimos: "Ya puedo respirar tranquilo, "dormir a pierna suelta" etc. Ensancha el corazón lo que hace referencia al amor que todos necesitamos para vivir. Este Tabor de las cuartas moradas abre los primeros resquicios al amor, que, por fin despierta.
Sencillamente amemos. Hagámoslo con palabras breves o silencios llenos, como hacen los amadores.
Nuestra maestra nos describe su forma de revivir este don:
"Me era gran deleite considerar ser mi alma un huerto, y al Señor que se paseaba en él. Suplicábale aumentase el olor de las florecitas de virtudes que comenzaban, a lo que parecía, a querer salir, y que fuese para su gloria y las sustentase, pues yo no quería nada para mí, y cortase las que quisiese, que ya sabían de salir mejores" (V 14.9).
Ahora bien, hay que aprender a amar. Porque no es buscar en la oración el estar a gusto, recibiendo regalos de Dios, sin distraernos. Amar es intentar conformar nuestra voluntad con la de Dios, hacer todo lo posible por Jesucristo y la Iglesia y procurar no pecar. Lo importante está en la voluntad, que ha tomado la decisión de llevar una vida espiritual.
Para concluir esta forma de oración Teresa nos dice:
"Para aprovechar mucho este camino y subir a las moradas que deseamos, no está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; y así, lo que más os despertare a amar, eso haced. Quizá no sabemos qué es amar, y no me espantaré mucho; porque no está en el mayor gusto, sino en la mayor determinación de desear contentar en todo a Dios y procurar, en cuanto pudiéramos, no le ofender, y rogarle que vaya siempre adelante la honra y gloria de su Hijo y el aumento de la Iglesia Católica" (M4 1,7).
Por lo tanto, ya se tiene una clara diferencia entre "gustos" y "contentos". Mientras los "contentos" empiezan en nosotros y acaban en Dios, los "gustos" operan de manera contraria: comienzan en Dios y acaban en nosotros. En ambos casos está la presencia de Dios, de diferente manera. Santa Teresa usa la metáfora de los dos pilones que se llenan de agua de dos fuentes diferentes. Nos aclara aún más: "Estos dos pilones se hinchen de agua de diferentes maneras: el uno viene de más lejos por muchos arcaduces y artificio; el otro está hecho en el mismo nacimiento del agua y vase (se va) henchendo sin ningún ruido, y si es el manantial caudoloso, como éste de que hablamos, después de henchido este pilón procede un gran arroyo; ni es menester artificio, ni se acaba el edificio de los arcaduces, sino siempre está procediendo agua de ahí" (M 4.2.2-4). Quiere decir Teresa que, el agua que viene de los arcaduces representa a "los contentos" y el mismo nacimiento del agua, ese manantial caudaloso representa a los "gustos".
Oración del "sueño de las potencias". Entramos en la tercera habitación.
Sucederá algo muy importante a través, de esta forma de oración dejando que los "gustos" de Dios se manifiesten cuando quieran: Por primera vez la oración se hará experiencia diaria. Dentro de nuestra vida normal, nos daremos cuenta que nuestra voluntad está en Dios. Desde ese momento oración y acción, Martha y María, estarán cada vez más unidas. Dios acompaña el quehacer diario, esta sensación puede durar uno o dos días, y llegar a ser una de las cosas más relevantes de las cuartas moradas. Teresa nos dice:
"De esta oración suele proceder un sueño que llaman de las potencias, que ni están absortas ni tan suspensas, que se puede llamar arrobamiento. Aunque no es del todo unión, alguna vez y aun muchas entiende el alma que está unida solo la voluntad, y se entiende muy claro; a lo que parece. Está empleada toda en Dios, y que ve el alma la falta de poder estar ni obrar en otra cosa; y las otras dos potencias están libres para negocios y obras del servicio de Dios. En fin, andan juntas Marta y María" ( R 5.5).
Lo podemos comparar con un niño que mama de los pechos de su madre. El bebé mama instintivamente, despreocupado de todo lo demás. Sin pensar, entiende que está con su madre que le da de comer. Lo mismo aquí, la voluntad unida a Dios, sin que el entendimiento entienda.
4.-Los inicios de la transformación personal por el amor.
A partir de estas moradas habrá un cambio fundamental, en el crecimiento de las virtudes: Se desarrollan, sobre todo, gracias a la acción de Dios. Sin olvidar la colaboración humana el Señor va haciendo crecer las virtudes:
"Este agua de grandes bienes y mercedes que el Señor da aquí, hacen crecer las virtudes muy más sin comparación que en la oración pasada (...) y también llegar más cerca de la verdadera virtud, de donde todas las virtudes vienen, que es Dios" ( V 14.5).
¿Cuáles son los efectos más notables?
Desde lo más profundo del ser surge un sentimiento de alivio que repercute en toda la persona; al ensancharse el alma, las cosas que se hacían por Dios y los otros las hace con mayor tranquilidad, sociego y distancia; desaparecen muchos miedos que nos esclavizaban. Como el amor empieza a encenderse desde el centro, la seguridad ocupa el puesto de la intranquilidad; tomamos conciencia segura de la Promesa que nos ha hecho Jesucristo y comenzamos a disfrutarla al entender que el Reino está viniendo a nosotros; al entrar Dios a nuestra intimidad sin avasallarla, esto es, amándola bien, ya no tenemos que mirarnos tanto a nosotros mismos, ya dejamos de ser el centro. ¡Nos quieren, y gratis!
La fe despierta y se hace más viva; aparecen los primeros indicios de querer hacer algo serio por Jesucristo y por el mundo; conociéndonos mejor, descubrimos más las propias limitaciones y lo poquito que somos; se pierde la codicia por los bienes materiales. Teresa nos dice:
"Queda también una gran voluntad de hacer algo por Dios. Como va más conociendo su grandeza, tiénese (se tiene) ya por más miserable; como ha probado ya los gustos de Dios, ve que son basura los del mundo" ( M4 3,9).
Por saber que todo es gratuidad de Dios, bajo ningún respecto debemos considerarnos mejores que nadie. Terminemos esta lista de dones que Dios hace aquí advirtiendo del peligro de abandonar la oración, pensando que ya todo está conseguido, porque la persona aún no está tan fuerte como para verse libre de peligros.
Las virtudes quedan fortalecidas mientras la persona recibe el amor de Dios:
"Más queda tan bien enseñada y con tan grandes efectos y fortaleza en las virtudes, que no se conoce después ni querría hacer otra cosa ni decir, sino alabar al Señor; y está cuando está en gozo, tan embebida y absorta, que no parece que está en sí, sino con una manera de borrachez divina que no sabe lo que quiere, ni qué pide. En fin, no sabe de sí; mas no está tan fuera de sí que no entiende algo de lo que pasa" ( CAD 4.3).
Por último, quien aquí haya llegado con la merced de Dios, debe aprender a ser agradecido. Esta faceta es de gran importancia en el itinerario espiritual, como lo dice Teresa:
"Alábele mucho quien esto entendiere en sí, porque es muy mucha razón que conozca la merced, y el hacimiento de gracias por ella hará que se disponga para otras mayores" (M 4.3.4).
5.-El amor como norma de conducta.
Se sigue el curso iniciado en las moradas anteriores: Buscar a otros que sigan el mismo camino para la ayuda mutua; seguir en la vocación a la que Dios nos ha llamado; procurar no retroceder, porque las virtudes aún no están muy fortalecidas y seguir en el voluntariado donde estemos sirviendo.
Recordemos la regla de oro de estas moradas, aplicable a cualquier actividad que desempeñemos:
"No está la cosa en pensar mucho, sino en amar mucho; y así lo que más os despertare a amar, eso haced" ( M 4.1.7).
RECUERDE
- Este camino espiritual no trata de subir peldaños, sino de vivir intensamente las siete moradas al mismo tiempo.
- Visite una u otra según le convenga, siguiendo su estado de ánimo o el ciclo litúrgico.
- Pasee por las distintas habitaciones; no deje nunca de dedicar al día un tiempo para usted y su relación con Dios.
- Acepte sus limitaciones y pecados: los tendrá con toda seguridad.
- Dé constantes gracias a Dios por haber visitado las cuartas moradas o habitar en ellas.
- Acuda aquí siempre que necesite encontrar paz. Desee vivir las restantes moradas con perfección.
- Pídale ayuda a Dios.
ORACIÓN
"¡Oh Señor mío y bien mío! ¡Que no puedo decir esto sin lágrimas y gran regalo de mi alma! Que queráis Vos, Señor, estar así con nosotros, y estáis en el Sacramento (que con toda verdad se puede creer, pues lo es, y con gran verdad podemos hacer esta comparación), y si no es por nuestra culpa nos podemos gozar con Vos, y que Vos os holgáis con nosotros, pues decís ser vuestro deleite estar con los hijos de los hombres! ¡Oh Señor mío! ¿Qué es esto? Siempre que oigo esta palabra me es gran consuelo, aun cuando era perdida. ¿Es posible, Señor, que haya alma que llegue a que Vos la hagáis mercedes semejantes y regalos, y a entender que Vos os holgáis con ella, que os torne a ofender después de tantos favores y tan grandes muestras del amor que tenéis, que no se puede dudar, pues se ve clara la obra?
Sí hay, por cierto, y no una vez sino muchas, que soy yo. Y plega a vuestra bondad, Señor, que sea yo sola la ingrata y la que haya hecho tan gran maldad y tenido tan excesiva ingratitud: porque aun ya de ella algún bien ha sacado vuestra infinita bondad; y mientras mayor mal, más resplandece el gran bien de vuestras misericordias. ¡Y con cuánta razón las puedo yo parar siempre cantar!
Suplícoos yo, Dios mío, sea así y las cante yo sin fin, ya que habéis tenido por bien de hacerlas tan grandísimas conmigo, que espantan los que las ven y a mí me sacan de mí muchas veces, para poderos mejor alabar a Vos. Que estando en mí, sin Vos no podría Señor mío nada, sino tornar a ser cortadas estas flores de este huerto, de suerte que esta miserable tierra tornase a servir de muladar como antes. No lo permitáis, Señor, ni queráis se pierda alma que con tantos trabajos comprasteis y tantas veces de nuevo la habéis tornado a rescatar y quitar de los dientes del espantoso dragón..." (V 14, 10-11).
Siglas: V: Libro de Vida de Santa Teresa CV: Camíno de Valladolid M: Moradas
Cómo leerlas? (M 4 1,1). Quiere decir, 4tas Moradas capítulo 1, párrafo 1
( V 14.5). Vida, capítulo 14, párrafo 5.
(CV 30.5). Camino (Valladolid) capítulo 30, párrafo 5
Bibliografía: Antonio Mas Arrondo, Acercar el cielo. Itinerario espiritual con Teresa de Jesús. Editorial: Sal Terrae
Ponente: Elena Briceño

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