domingo

5tas. Moradas


Castillo Interior
Lugar de encuentro Místico entre Dios y el alma
Quintas Moradas

El abandono de la voluntad para renacer a Dios

Las Quintas Moradas son el punto de partida del proceso de unión con Dios, que culminará en las Séptimas Moradas, y a la vez, es el punto de llegada de todo el proceso ascético-místico anterior. Llegar a las Quintas Moradas, es sinónimo de haber transitado un camino de conversión serio y profundo, es un comenzar a "gozar del cielo en la tierra" (M5 1.2).
Quintas Moradas: Muere el gusano de seda; el hombre renace en Cristo ("Nuestra vida es Cristo", M5 1.12); enamoramiento (Llevóme el Rey a la bodega del vino", M 5 2.4). Estado de unión y conformación con la voluntad de Dios, manifestada especialmente en el amor al prójimo.

¿Qué recibieron los discípulos en el Tabor?
Abundantes muestras de amor.
¿Qué reproducen estas Moradas, en la vida del cristiano?
Un aspecto fundamental de la Pasión de Jesucristo: el momento en que abandona plenamente su voluntad, en las manos del Padre. Se nos pide, sencillamente, que entreguemos lo que tenemos. A esta tarea de las Quintas Moradas se le llama comúnmente: "conversión de madurez".
¿Quiénes han visitado las Quintas Moradas?
Casi todas las personas que llevan una vida espiritual.
¿Qué hay en estas Moradas?
En ellas hay varias habitaciones, unas más profundas que otras, que pocos visitan, quizá por aquello que dice el evangelio, muchos son los llamados y pocos los escogidos (Mt 22,14; M5.1.2).
¿Además de la ayuda de Dios, qué se necesita aquí?
Se precisa que las virtudes estén muy crecidas y el alma muy preparada, porque se empieza a gozar bastante el cielo en la tierra.
¿Cuándo hacemos visitas esporádicas a las Quintas Moradas?
Cada vez que deseamos entregar nuestra vida a Dios. Cuando en la oración, y particularmente en la Eucaristía, ofrecemos nuestra vida a Jesucristo, estamos visitando estas Moradas. También cuando aceptamos a la manera de Cristo, las cruces que vienen en la vida, o las que conllevan el amor a los demás. O cuando decidimos y ponemos en práctica el amor a Dios y al prójimo con la mayor perfección. O cuando tenemos deseos crecidos de hacer algo por los demás.
¿Cuándo permanecemos en estás Moradas y, vamos camino a las Sextas?
Si experimentamos todos los aspectos de las Moradas; si nos hemos rendido del todo y hemos renunciado a ser los únicos artífices y gestores de nuestra vida, y hemos entregado completamente la voluntad en las manos de Dios.
¿Qué Moradas son éstas?
Las Moradas de la unión con Dios. No una unión estable y duradera, (objeto de las siguientes Moradas), sino una unión puntual, esporádica, aunque vivida intensamente. Aquí se incorporará decididamente la experiencia de la Trinidad, en la cotidianidad.
La generosidad de Dios está deseando derrochar amor, darse. Pero para poder recibirlo debemos morir a nosotros mismos, como muere el gusano de seda en la crisálida; soltar el lastre del yo viejo y esconderse en Cristo.

1.- Un Dios entregado al hombre.
¿Qué Dios aparece aquí?
El Dios que le da el tesoro escondido de la parábola. Ha sido una donación gratuita concedida por Dios Padre, por petición que Jesucristo hizo por nosotros. Dios, tal como lo concibe Teresa, no se encuentra en la lejanía del hombre, sino bien cercano, hasta el punto de llegar a encerrarse en las entrañas del creyente, con quien mantiene, si éste lo permite una comunicación fluida. Por gracia, los siervos del amor escuchan y siguen a Jesucristo en su humanidad, único camino de acceso a la divinidad. El Hijo nunca se remitió a sí mismo, sino al Padre. Todo el capítulo primero de estas Moradas establece la senda para llegar a la unión con Dios Padre. Todo el misterio de Dios en el pensamiento teresiano, se comprende en esa relación de amor activo con la persona. Teresa nos abrió camino, gracias a la vida de contemplación y de entrega a la voluntad de Dios.
     "¡Oh secretos de Dios!, que no me hartaría de procurar dar a entenderlos si pensase acertar en algo, y así alguna vez atinase, para que alabemos mucho al Señor" (M 5.1.5).
En estas moradas la experiencia de Dios produce una unión grande: "...está su Majestad tan junto y unido con la esencia del alma..." (M 5.1.5); "en ninguna manera puede dudar que estuvo en Dios, y Dios en ella" (M 5.1.9). A esa comunión estamos invitados todos.
     La oración del Padrenuestro, le sugiere a Teresa unos diálogos sobrecogedores entre el Padre y el Hijo, aplicables a las Quintas Moradas. El Padre eterno confía una misión a su Hijo en la tierra, haciéndolo "embajador" del género humano. El, con su vida y su muerte señala el camino hacia el cielo. Se abandona en el Huerto de los Olivos, a la voluntad del Padre: la consecuencia, será la cruz. Culminado el drama redentor, pide permiso al Padre para quedarse con los hombres cada día en la Eucaristía (cf. C 32-35).

¿Qué ha hecho el Espíritu Santo a lo largo del proceso?
Su "calor" ha ido dando vida a la persona hasta prepararla para la unión con Dios:
"Entonces comienza a tener vida este gusano, cuando con el calor del Espíritu Santo se comienza a aprovechar del auxilio general que a todos nos da Dios y cuando comienza a aprovecharse de los remedios que dejó en su Iglesia, así de continuar las confesiones, como con buenas lecciones y sermones, que es el remedio que un alma que está muerta en su descuido y pecados y metida en ocasiones puede tener. Entonces comienza a vivir y vase sustentando en esto y en buenas meditaciones, hasta que está crecida" (M 5.2.3)
Siendo consciente de ello, el caminante puede y debe encomendarse a Él para hacer la tarea de las Quintas Moradas. Comentando el Cantar de los Cantares, vuelve Teresa sobre el asunto: "Paréceme a mí que el Espíritu Santo desee ser medianero entre el alma y Dios y el que la mueve con tan ardientes deseos, que la hace encender el fuego soberano, que tan cerca está." (CAD 5.5).
     La actividad del Espíritu "medianero", junto a la de Cristo, hará posible al caminante de estas Moradas la donación del yo viejo. Recurramos a Él sin dudarlo para suplicarle que alimente el fuego divino con su calor.

2. Jesucristo y la entrega de la voluntad.
Jesucristo nos llevará desde su Humanidad, a las fuentes del amor divino y nos bajará a las bodegas de la fiesta.
¿Cómo concibe Teresa las Quintas Moradas?
Dentro de otra petición del Padrenuestro, siguiendo su comentario: "Sea hecha tu voluntad; y como es hecha en el cielo, así sea hecha en la tierra". En ella aparece lo que Jesucristo quiere que demos a su Padre y lo que ofrece a cambio por nosotros: la voluntad (C 32.1-2). En el Monte de los Olivos Jesucristo dona su vida en los brazos del Padre, entregándole su voluntad. "Preguntadlo a su Hijo glorioso, que se lo dijo cuando la oración del Huerto. Como fue dicho con determinación y de toda voluntad, mirad si la cumplió bien en El, en lo que le dio de trabajos y dolores e injurias y persecuciones; en fin, hasta que se le acabó la vida con muerte de cruz" (C 32.6). De este modo Jesucristo nos abre el camino.
¿Cómo viven Padre e Hijo?
Viven inmersos en una relación de amor, hasta el punto de ser Uno. El Hijo acepta la voluntad del Padre en todo, porque a ello se comprometió en el Huerto de los Olivos. Lo hace sufriendo. Sabe también que sufrirá quedándose en la Eucaristía, por las injurias que recibe el Santísimo Sacramento.
¿Cómo define Teresa a Jesucristo por primera vez al hablarnos de las Quintas Moradas?
Lo define como "esclavo": "Esto os enternezca el corazón, hijas mías, para amar a vuestro esposo, que no hay esclavo que de buena gana diga que lo es, y que el buen Jesús parece se honra de ello" (C 33.4). La esclavitud de Cristo define la salvación del hombre, al colocarse libremente en el lugar del esclavo para liberarlo.
¿En el pensamiento teresiano, dónde comienza la Pasión?
Comienza en la Última Cena. Cristo acudió a ella a pesar de que intuía su terrible final. La urgencia del amor -opina Teresa- le incitó a hacerlo.
¿Cómo se presenta Jesucristo?
Como modelo para imitar. Todo lo que exige a los siervos del amor en estas Moradas, lo ha experimentado Él previamente. Siempre, sin cesar, remite al Padre, nunca se anuncia a sí mismo. Las ofensas que le hacen a su Padre, le duelen más que la propia Pasión. En aquellos momentos cumbres de su vida, Jesús nos dejó señalado el camino de estas Moradas. Como el gusano de seda se encierra en su capullo para morir y "renacer" como mariposa, Cristo será la casa donde vamos a encerrarnos, a fin de resucitar a una vida nueva, la del amor (M 5.1.4; cf. Col 3,3-4). Encerrarnos en su casa, para imitarlo en todo.    

La persona se encierra en Cristo para morir a sí misma y renacer en Dios. Sobre todo, muere el yo viejo. Hay que seguir a Cristo en la cruz, hasta cumplir la voluntad del Padre.
Al ser la voluntad, la potencia privilegiada (el mejor de los habitantes del castillo), porque de ella nace el amor, Teresa dirá que en estas Moradas, Dios conduce el alma a la bodega del Cantar de los Cantares, para enseñarla a amar. En las Cuartas Moradas, comenzó la fiesta del amor. Allí había agua pura del manantial. Ahora, en estas Moradas, sigue la fiesta y se disfruta del buen vino (M 5.2.12). La unión con Cristo en estas Moradas, no ofrece ninguna garantía de futuro, no da garantía de llegar a las Séptimas Moradas. Teresa pone el ejemplo de Judas, que acompañó a Jesús, pasó por la experiencia de las primeras Moradas, incluyendo las Quintas y, sin embargo, lo traicionó (M 5.4.7). Comparar la unión con Cristo, con la unión entre los seres humanos, puede ayudarnos a comprender la esencia de las Quintas Moradas. La entrega de la voluntad, se parece a dos personas que, tras un tiempo de conocimiento mutuo, y de disfrutar la una, de la presencia esporádica de la otra, en algunos momentos específicos de encuentro, al verse, durante un breve espacio de tiempo, experimentan fuertemente la unión de las dos voluntades. Exponen sus deseos, y llegan a acuerdos satisfactorios para ambos, ordenan a través del diálogo, las voluntades encontradas, porque han aprendido a ceder, para poder llegar a una voluntad unida. Entonces viven un momento profundo de unión. Si se sigue el camino adecuado y no se descuidan, esta relación puede llevar a puerto seguro.

3. La oración de unión.
¿Dónde entramos con la oración de unión?
Entramos de lleno en la experiencia mística profunda, es decir en el misterio del amor adulto, entre Dios y el hombre. Desde el principio, Teresa de Jesús confiesa la inefabilidad de la unión mística: "ni el entendimiento lo sabe entender, ni las comparaciones pueden servir de declararlo" (M 5 1.1).
En las Segundas Moradas, necesitamos disponer un tiempo para la meditación, para mirar a Cristo en silencio y, dejarnos mirar por El. Es, en esa franja de oración, donde van a surgir las experiencias de amor adulto de todas las Moradas místicas.
¿De qué disponemos para sumergirnos en esta forma de oración?
De cuatro habitaciones, unas de libre acceso y otras restringidas: La primera, de libre acceso, se llama sencillamente "oración de unión"; en la segunda, “oración eucarística”, de libre acceso también; la tercera, queda restringida a “quienes experimenten la profunda alegría que Dios concede, a quienes, ya se le empieza a dar”; la cuarta sala, "habitación con vista", porque se refiere a la primera vez que "ve" en su interior, la imagen de Cristo que lleva grabada, tras la reiterada contemplación de imágenes plásticas.

Oración de unión no regalada.
Como su mismo nombre lo indica, por "oración de unión" entendemos la unión entre Dios y el ser humano. En la teología teresiana, la unión del amor se realiza cuando el creyente ha entregado su voluntad a la de Dios, para lo cual, previamente ha conocido a la otra parte (Segundas Moradas), se ha decidido a amarle (Terceras Moradas) y ha gozado de los primeros síntomas de amor adulto (Cuartas Moradas). Entonces entrega su voluntad (Quintas Moradas). Esto sucede en un proceso de tiempo, dilatado en el tiempo, (aunque no hay regla fija) y por breve tiempo, porque los amantes todavía no tienen compromiso estable, (Sextas Moradas) ni viven juntos para siempre (Séptimas Moradas).
     Para Santa Teresa de Jesús, hay que rendirse del todo a la voluntad de Dios, para llegar a la oración de unión estable en el tiempo, y para ello nada mejor que rendirnos ante la vida. Esta es la palabra clave: rendición absoluta. En tiempos anteriores, nosotros mismos éramos el centro. Es decir, que la persona, aún rezando y queriendo ser fiel seguidora de Cristo, llevaba las riendas de esta relación personal y de toda la vida. Ahora hay que dejar que el mismo Jesucristo sea quien tome las riendas.
¿A qué equivale dicha oración?
Equivale, en la experiencia humana, a la pregunta permanente que se hace cualquiera que ama a otra persona, por el deseo y la voluntad del otro. Están unidos, piensan en la persona amada, la tienen en cuenta a partir de ahora, antes de tomar cualquier decisión: ¿Qué querrá? ¿Cuáles son sus deseos y gustos? ¿De qué manera podría hacerla más feliz? El amor humano y el divino consisten en una relación de dar y recibir. Y como lo esencial de la persona es su querer, su voluntad, a partir de ahora, nos comprometemos a contar con El, a preguntarle, a descentrar nuestra vida, dejando cualquier protagonismo, para abandonarla en las manos misteriosas de Dios. Una vida descentrada de sí misma por amor, abandona el camino estéril del narcisismo, se humaniza y, por ello, se diviniza. La experiencia mística ilumina la experiencia humana, y viceversa.

Oración de unión regalada
En ocasiones, puede suceder que algunas personas, reciban un gran don de Dios, como consecuencia de ofrecerle su voluntad. Habitualmente, suele suceder estando en oración de meditación, y cuando todo lo que ofrece la sociedad, e incluso nosotros mismos, nos parece relativo. La persona se queda "traspuesta" ante Dios. Memoria, entendimiento y voluntad quedan fijos en El, sin entender nada, tan sólo amando. Se produce un instante de unión íntima con Dios, unión de amor, quedando todas las potencias absortas, centradas en lo que está sucediendo, sin poder actuar en otra cosa. Dios actúa en el alma, dejando una gran paz y alegría interior. Sucede probablemente, tras años de conocimiento mutuo. Llegado el momento, sobran las palabras entre amantes: basta con amar en silencio. ¿De qué clase de amor estamos hablando? No estamos hablando de amor físico, tampoco de enamoramiento. Aquí es algo más profundo: en la unión de las Quintas Moradas, la voluntad ama y se deja amar, en silencio, por breve tiempo, quedando en gran paz..."en fin, como quien de todo punto ha muerto al mundo para vivir más en Dios, que así es: una muerte sabrosa, un arrancamiento del alma de todas las operaciones que puede tener estando en el cuerpo" (5M 1.3-4). "Muerte sabrosa" dice Teresa, porque al darme, me reencontraré con un yo renacido. Impresionante paradoja, ésta de renacer al morir, preludio de la resurrección futura y eterna que se nos ha prometido.

Oración con vista.
Aquí en las Quintas Moradas, esta oración con "vista" hace posible que, en la oración de unión, la voluntad del uno se entregue a la del otro y se miren. La esposa ve por primera vez al esposo, Jesucristo en persona, y queda enamorada:
"Allí no hay más dar y tomar, sino un ver el alma, por una manera secreta, quién es este esposo que ha de tomar; porque por los sentidos y potencias, en ninguna manera podía entender en mil años lo que aquí entiende en brevísimo tiempo; mas como es tal el Esposo, de sola aquella vista, la deja más digna de que se vengan a dar las manos, como dicen; porque queda el alma tan enamorada, que hace de su parte lo que puede, para que no se desconcierte este divino desposorio" (M5.4.4).
¿De qué se trata esta oración?
De una comunicación "por una manera secreta", "en brevísimo tiempo", hasta quedar enamorada. Experiencia distinta de las ofrecidas en la oración de unión y en la oración de unión regalada. Tampoco se parece a la certeza que queda como resultado, de la unión de las potencias, con Dios. En consecuencia, la oración con "vista", puede considerarse una experiencia distinta a las anteriores. "Ya el alma bien determinada queda a no tomar otro esposo" (M6 1.1).
El ser humano dispone de la capacidad de ver sin ver, de saber que alguien está ahí, de frente, y hasta puede afirmar y reconocer con seguridad que es Él, más no puede delimitar sus facciones, ni describir su figura. Esta presencia del otro, tan distinta como sorprendente, al principio, no permanece pasiva: me está amando. Ver en la oscuridad, distinguir sin límites, presencia amorosa en silencio.

La Eucaristía, escuela de ofrecimiento
El siervo del amor, viene participando del sacramento de la Eucaristía, desde los inicios del Itinerario Espiritual. Sin embargo, será ahora, al visitar o vivir en las Quintas Moradas, cuando comprendamos su sentido en profundidad. Sabiendo Jesús, las dificultades que se presentan al entregar la voluntad, quiso estar con nosotros, cada día en la Eucaristía, para ayudarnos y animarnos a conformar nuestra voluntad con la de Dios: "Pues visto el buen Jesús la necesidad, buscó un medio admirable adonde nos mostró el extremo de amor que nos tiene, y en su nombre y en el de sus hermanos, pidió esta petición: "El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy, Señor" (C 33.1).
     La Eucaristía, será en la teología teresiana, pan que alimenta; pero será sobretodo, imitación de Cristo, en el acto de ofrecerse a Dios y a la humanidad.
El momento de la comunión será el de máxima intimidad, porque la Eucaristía que se ha ofrecido, en acción de gracias, a Dios en el altar, continúa en el centro del alma. Cristo, divino huésped, se sigue entregando al Padre y a nosotros, como maná que alimenta para la vida eterna. De ahí, que la Misa sea la escuela donde, además de recibir el pan diario para el camino, aprendemos a entregar la voluntad, y a conformarla con la de Dios. El buen Maestro Jesús, quiso quedarse en la tierra, para enseñarnos esta difícil lección. No defraudemos a quien nos espera como siervos útiles, para el trabajo de su Reino.
"No se queda para otra cosa con nosotros, sino para ayudarnos y animarnos y sustentarnos a hacer esta voluntad, que hemos dicho, se cumpla en nosotros" (C 33.2).

4.- Entrega-Transformación-Conversión a Cristo.
Si a la experiencia de conversión adulta, ante un Cristo muy llagado, añadimos el resultado final del proceso, estaremos en condición de comprender la profunda transformación vivida por Teresa. (Leer V 9.1). La entrega de la voluntad en Santa Teresa, nos da aliento para nuestra propia conversión de personas adultas:
Teresa es consciente de que en su vida, sigue habiendo altibajos. Todo empezó en el convento de la Encarnación, mucho antes, tras arduos años de lucha interior. Se sentía insatisfecha de sí misma y gravemente desgarrada por dos fuerzas contrarias, Dios y el mundo. "Por una parte me llamaba Dios; por otra, yo seguí al mundo. Dábanme gran contento todas las cosas de Dios; teníanme atada las del mundo. Parece que quería concertar estos dos contrarios" (V 7.17). Llegado el momento decisivo, resuelve, ayudada por la gracia, entregarse del todo a Dios.


Desde entonces -Cuaresma de 1554-, y durante años, su Señor Jesucristo, le enseñará una vida nueva, la irá moldeando y esculpiendo a su imagen. Había llegado la crisis de la mitad de la vida: hará balance, deberá llegar al encuentro con Dios y consigo misma en el hondón del alma, por el acto de abandonarse, y desde la entrega, dejar obrar a su Señor.
El relato autobiográfico narrado en el Libro de la Vida, quedó interrumpido por un pequeño tratado de oración (V 11.22); tenía por objeto, explicarnos las razones últimas de los cambios experimentados por ella, a través de la oración, que nos hicieran capaces de comprender el resto de su vida. Al terminar de exponer las cuatro formas de regar el huerto, Teresa retoma el relato de su autobiografía, abriendo un pórtico grandioso; el resultado de su conversión, expresado en breves líneas (Leer V23, 1.2). Es decir, vemos como avanza Teresa en la conversión y en la entrega de la voluntad. Comienza una vida nueva, distinta de la anterior. Antes, vivía instalada en el yo viejo: ella gobernaba, hacía y deshacía. Con la conversión, el yo viejo ha sido entregado; queda hueco, para que Dios viva en ella. En muy poco tiempo, observa un cambio en el comportamiento: alejamiento de "malas costumbres y obras", junto a una lluvia de regalos, oración de quietud y de unión. "Yo me veía otra en todo (...) poníame en las manos de Dios, que El sabía lo que me convenía, que cumpliese en mí lo que era su voluntad en todo" (V 27.1).
Ahora bien, ¿Qué quiere Dios? ¿Cuál es su voluntad? Respondemos diciendo, con el Evangelio y con Teresa de Jesús, que la voluntad de Dios consiste en que alcancemos la madurez humana y religiosa": ¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos del todo perfectas, que para ser unos con Él y con el Padre, como Su Majestad le pidió, mirad qué nos falta para llegar a esto" (M5 3.7).

La perfección consiste en vivir unidos a Él y Jesucristo, hasta llegar a ser: "Uno". Es decir, la voluntad de Dios, no es otra cosa que entrar en la comunidad de amor Trinitaria. Porque Dios invita, nunca impone. Pero difícilmente, se dará del todo a quien, a su vez, no haya tomado la decisión de darse del todo. "A quien le amare mucho, verá que puede padecer mucho por El; al que amare poco, poco. Tengo yo para mí que la medida del poder llevar gran cruz o pequeño, es la del amor" (C 32.6-7).

Morir para vivir en Cristo
     Ha llegado la hora de encerrarnos en el capullo y morir a nosotros mismos, para renacer como mariposas. La crisálida que es Cristo, que ha ido creciendo desde la primera Morada. Ahora nos encerramos en Cristo y morimos a creernos el centro de todo: "Pues crecido este gusano, comienza a labrar la seda y edificar la casa donde va a morir. Esta casa querría dar a entender aquí, que es Cristo" (M5 2.4). Muere el yo viejo para que nazca uno nuevo, y pueda decir con San Pablo: "Ya no vivo yo, sino que vive Cristo en mí" (Gal 2,20). Para que muera el gusano encerrado en la crisálida, que es Cristo, ¿Qué ha sido fundamental? La tarea de hacer crecer las virtudes, ha sido fundamental. Eliminar el amor propio, nuestra voluntad, renunciar a ver como absoluto, nada en la tierra, hacer obras de amor a Dios y al prójimo...Todo habrá sido necesario para llegar aquí. Desde este momento, Cristo ha tomado las riendas de nuestra vida. El proceso no se vive en un sólo momento, hay que tener paciencia. Incluso consumado, aún quedarían algunos "gusanos" difíciles de erradicar: La propia estima, el juzgar al prójimo el egoísmo...
El nacimiento de la mariposa
“Yo os digo de verdad que la misma alma no se conoce a sí; porque, mirad la diferencia que hay de un gusano feo a una mariposica blanca, que la misma hay acá" (M5 2.7).
Una mariposa que desde ahora buscará asiento, un lugar donde reposar. No está del todo rendida a la voluntad de Dios (M5 2.10), pero ha dado un paso fundamental en la vida espiritual.
Emerge sin saber cómo, un deseo enorme de dar gracias a Dios por el encuentro, y desearía morir por Él. Como ha dejado de preocuparse de sí misma, ya está en condiciones de aprender a amar.
¿Qué le va a enseñar Dios?
El camino del amor auténtico. La ha llevado a la bodega del buen vino -como a la esposa del Cantar de los Cantares-, para ponerle el sello de calidad. El amor siempre tiene una carga de cruz, y eso, precisamente espera a los verdaderos amadores

5.- Pautas para la acción:
La perfección del amor a Dios y al prójimo.
La acción sigue en la línea de las moradas anteriores. Solamente se introduce una novedad importantísima: Los deseos grandes de hacer algo por Cristo. Teresa recuerda que en estas Moradas todo se resume en los dos primeros mandamientos: Amar a Dios y al Prójimo.
"Acá, solas estas dos que nos pide el Señor: Amor de Su Majestad y del prójimo, es en lo que hemos de trabajar. Guardándolas con perfección, hacemos su voluntad, y así estaremos unidas con El" (M5 3.7).
Ahora bien, en la práctica es difícil comprobar que amamos a Dios, mientras que, comprobar que amamos al prójimo, es fácil. Apreciar en la práctica, que amamos a los demás, será la prueba evidente de que vamos aumentando el amor a Dios. Nada mejor para ahuyentar la tentación de endiosamiento, que la conocida desde la primera morada: mirar adelante, puestos los ojos en el premio final; agradecer que Dios quiera comunicarse con nosotros, encendidos en el amor recién estrenado. Mantener el recuerdo de que la vida es un mar de tempestades y estar alegres por trabajar ya para el Esposo:
"En fin, sea la conclusión en esto, que procuremos siempre ir adelante, y si esto no hay, andemos con gran temor, porque sin duda, algún salto nos quiere hacer el demonio; pues no es posible que, habiendo llegado a tanto, deje ir creciendo, que el amor jamás está ocioso, y así será harto mala señal. Porque alma que ha pretendido ser esposa del mismo Dios, y tratándose ya con su Majestad, y llegado a los términos que queda dicho, no se ha de echar a dormir. (...) Puestos los ojos en el premio y viendo cuán sin tasa es su misericordia, pues, con unos gusanos quiere así comunicarse y mostrarse, olvidemos nuestros contentillos de tierra y, puestos los ojos en su grandeza, corramos encendidas en su amor" (M 5.4.10).
Oración
Cúmplase, Señor, en mí, vuestra voluntad de todos los modos y maneras que Vos, Señor mío, quisiereis. Si queréis con trabajos, dadme esfuerzo y vengan; si con persecuciones y enfermedades y deshonras y necesidades, aquí estoy, no volveré el rostro, Padre mío, ni es razón vuelva las espaldas”. (C 32.9). "Muerta ya este yo, y viva en mí, otro que es más que yo y para mí, mejor que yo, para que yo le pueda servir. El viva y me dé vida; El reine, y sea yo cautiva, que no quiere mi alma otra libertad" (Leer Poesía 2: ("Vuestra soy, para Vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí? Soberana Majestad, bondad buena al alma mía,....)

Escuela de la Mística Carmelitana
Monasterio de las Hermanas Carmelitas Descalzas de Los Chorros. Caracas
Bibliografía:
* Biblia.
* Obras Completas de Santa Teresa.
* P. Antonio Mas Arrondo. Acercar el Cielo. -Itinerario Espiritual con Teresa de Jesús. Editorial Sal Terrae.
Ponente: Elena Briceño.

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